sábado, 11 de junio de 2016

Lady Julieta


Hay puertas que hacen bien en estar cerradas. Hay puertas que no deben tentarse de abrir. Hay puertas que encierran misterios, secretos y confidencias. Hay puertas que se deben abrir desde dentro y no desde fuera. Hay puertas que es mejor no cruzar. Hay puertas que selladas no pueden abrirse de nuevo.

Está cerrada, un marrón desgastado la cubre en su totalidad y por su fuerza material no representa mayores impedimentos físicos para un hombre, lo que atormenta es lo que se esconde tras esa puerta. Muchas son las versiones que se han escuchado, varios los rumores que han corrido, innumerables las suposiciones que derivan de los secretos que se esconden allí, y pocas son las verdades, que a continuación se exponen:

En el número 413 del edificio cuyo nombre ya conocemos, se hospedaba Lady Julieta, reconocida dama por su extraordinaria inteligencia, la elegancia de su coquetería y su inigualable belleza, de la que siempre se valió para lidiar con sus intereses. Su preparación académica, su experticia como licenciada y la diplomacia de sus maneras le permitieron escalar rápidamente a posiciones privilegiadas, su imagen impecable y la efectividad demostrada en cada una de las tareas encomendadas le valieron el título de innegociable en cada sitio en que se presentaba, adquirió poderío e influencia en la alta sociedad, a la que previsiblemente manipulaba a su antojo, siempre sin ser sospechosa de ningún acto, coartadas perfectas impedían que sobre su imagen y conducta se cerniera la duda. Lady Julieta era la reina de las apariencias.

Y bajo las apariencias, siempre hay realidades que requieren ser maquilladas…

Los placeres camuflados en sus excesos y complicidades pocos los conocían, aun cuando muchos los disfrutaban, su habilidad estratégica y la frialdad con que calculaba sus actos le permitían entrelazar ambos mundos, su personalidad carente de sensibilidad le impedía sentir culpa por sus acciones, y cuando esta arrimaba, se envolvía en un frenesí de pasión y lujuria incuestionable, así pues, Lady Julieta manejaba los hilos de sus marionetas, todas encantadas por la misteriosa invitación que sus labios pregonaban, a muchos pudo ella utilizar, de algunos más dispuso ella para complacer los deseos efímeros que la rutina y a fantasía le proponían a menudo. Curioso advertir que ninguno de los involucrados relacionó la mejor experiencia pasajera de su vida a la imponente dama de la alta sociedad, nunca nadie supo realmente quién era, por ello el mito se hizo mayor.

Sobre los insignificantes personajes que contribuyeron a la historia de Lady Julieta tengo la plena capacidad de afirmar la veracidad de las siguientes historias:

Cierto día pactado previamente, un insignificante plebeyo con algún talento para tocar instrumentos pasó al 413, los intereses de la dama en él nunca pudimos entenderlos, el rumor con mayor fundamento es que el personaje había sido dotado con un tamaño desproporcional para su miembro viril, cuanto menos con una diferencia considerable de los que pretendían a la mujer que le recibió en un corsé esa tarde. Pocos eran los esfuerzos que debía realizar ella para cautivar el deseo y los nervios
de ese vagabundo, cuyo poco dominio le impidió halagar más de una parte de su cuerpo. Lady Julieta tenía ya a su presa, solo debía ambientar la situación de forma adecuada, una sinfonía melódica, el chelo que le permitía desprenderse y moldear su postura de acuerdo a sus ambiciones. Del hombre poco se puede decir, era vacío, un impulsivo animal con los argumentos más ridículos para justificar su posición. Pretendía ganarse el corazón inalcanzable de la mujer interpretando temas que a ella le producían cualquier cosa, menos interés en él. Ya imaginarán, una sinfonía dentro del 413 impedía que fuera de él se supiese lo que sucedía.

El corsé fue liberando la presión que ejercía, Lady Julieta acaricia y confirma los rumores, el plebeyo tartamudea sin dar mayor acción, tiene aún un as que ella desconoce, el chelo aumenta los decibeles y el clímax de nuestros protagonistas se prolonga, la atención de la dama ha sido capturada, merece probar algo nuevo, así que su postura y su disposición cambian, y todo se prolonga tanto que al chelo le empieza a costar improvisar notas nuevas, el as ha conseguido su objetivo y por ello merece un par de recompensas: Una ducha, un recinto público, un par de fantasías cumplidas a voluntad de él.

Y muy posteriormente, algunos encuentros casuales son los que involucran a este hombre.

Cuando escribo sobre estos personajes, no puedo evitar creer que Lady Julieta poseía un cliché con cierto tipo de hombres, sin embargo existe una leve excepción, que no será mencionado aquí. Debo remontarme a otros inviernos para dar con el fetiche de poca clase de nuestra dama,  la historia que precede al encuentro del plebeyo y los protagonistas son quizás la curiosidad y los impulsos de la mujer. Muchos hombres la rodearon siempre, en cada uno de sus círculos se vio comprometida. Un par de compañeros se vieron beneficiados con alguna insinuación, con múltiples juegos, con sus labios como el premio al desinterés en la formalidad, rifas alegres a quién coincidiera esporádicamente en alguno de sus placeres.


¿Y yo? Yo voy a golpear la puerta del 413, Lady Julieta me espera.

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