miércoles, 30 de septiembre de 2015

Otro Café


No fueron los 2 sobres de azúcar, mucho menos la crema color azul del muffin. Fue el café el que endulzó ese momento, y no me refiero precisamente a la bebida.


Toda buena historia debe comenzar con un café. La historia del gusto por los pandas, un sombrero formal, servilletas, souvenires, facturas y migajas son solo cuentos de adorno para la historia principal.

¿Te has preguntado por qué hay tantos lectores y tantos escritores acompañados de un café? Omite los lentes, la bufanda, y quizá el cigarrillo; la esencia misma está allí, en ese aroma que inunda tus sentidos, que se mezcla en tu instinto y te desborda al besar la mano de esa dama, al levantar tu bolígrafo del papel, al pasar una nueva página: Al verla mezclar el azúcar en su Mocachino.


Y no te olvides de la música, ¿No sabe mejor el café cuando conoces lo más preciado de esa persona? Das un sorbo a tu bebida y lo que recorre tu cuerpo es el coro de esas canciones favoritas. Pocas situaciones pueden conectar de una forma tan diferente. 


¿Y qué si terminas de leer su libro favorito en una noche fría bebiendo un latte?


Puedes leerle una carta, puedes envolverte en la oscuridad, también sellar un reencuentro y reconciliación guiándote por su sabor, saboreando cada gota en tu boca, dejando que su calidez recorra tu piel.


Puedes escribir cada día una nueva historia, acompañada de un café  

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