Interés no fue, ni doble sentido o una apuesta a vaivén…un
juego tampoco porque la distancia y el respeto estuvieron por delante siempre.
Pensé que sería Emily quien me daría el impulso para
escribir nuevamente, sin embargo a ella no la he tocado aún, lo que tengo son
vagos recuerdos de la tarde en que me enamoré de su rareza, de su extrañeza más
bien, y no sé si extrañeza sea una palabra que exista, pero sé que es una
extrañeza que hasta ahora la escriba. De ella me enamoré en un instante en que
me habían quedado mal, la coincidencia me permitió ojear un par de las páginas
de su historia, y eso me bastó para que, varios años después, conservara la
ilusión de conocerla completamente.
Eso fue…Un instante. El mismo que tardaste en pasar de ser
un alguien más a convertirte en una damisela especial; Risa, vergüenza, música
y euforia se volvieron complicidad, cuidados y formalidad, lo que vino después con
el tiempo fue admiración y respeto, confianza y apoyo…Que quizá fueron igual de
efímeros, efímeros instantes…Como esas personas que pasan frente a ti cada mañana
al llegar al trabajo; como el bienestar espiritual que se encuentra en el
extraño que toca el saxofón en el semáforo, el que hace piruetas en cicla y el
que baila como robot a cambio de unas monedas, como el cosquillejo en tu boca
ocasionado por la bebida que hacía tiempo no probabas…Esos instantes, llenos de
vida, así.
Porque eso es la vida, el momento en que descubres un dueto
de tu artista favorito…Me quedo con eso, con reencontrarme con el ‘Día cero’ y
mostrarte lo que soy, con creer en ti y en un abrazo tackleador, con la puerta
abierta para el día en que necesites volver, o simplemente quieras pasar a
saludar, me quedo con la expectativa de que saldrás a encontrar eso que te decidiste
buscar, a vivir, a llenarte de eso…De la vida.
Gracias… Gracias por dejar el vino y la poesía para mí; en
eso me quedas, en la promesa de volver a un mágico lugar y cantar ‘Uptown girl’,
entre versos y fantasías de lujuria y pasión, me quedas en el cine…Me quedas
siempre.